miércoles, 5 de abril de 2017

Cargas

Dan las 6:00 a.m; cargas con la decisión que tomaste de estudiar para poder trabajar, para poder vivir contento con lo que dices que te gusta hacer. Cargas tu mochila, tu instrumento y unos cuantos pesos para subirte a ese camión lleno de gente, cuyos pesares y sin darte cuenta, también cargas.
Cargas con la cabeza del yonqui de alado, quien se carga un sueño que quisieras haber sentido a media noche, cuando pensabas en soltar todo lo que cargas. Llegas a la escuela, te soplas toda la clase de armonía tradicional, esforzándote al máximo por no caer dormido mientras tus compañeros siguen sin entender el tema, no avanza, también lo cargas.
Sales de la escuela, te fumas todo ese veneno tan exquisito, que sabe a todos los fracasos familiares que para todos lados, que ni para ir al baño, dejas de cargar. Vas al ensayo cargando con todas tus cosas, cargas con la impuntualidad de quien se dice tu jefe, cargas sus inseguridades y su falta de criterio. Sabes perfectamente que su trabajo, lo podrías hacer mil veces mejor. Pero mejor te quedas calladito y eso también lo cargas. 
Cargas con las muertes diarias que aparecen en los noticieros y también las que no, te hacen creer que son culpa tuya, porque a pesar de todo lo que cargas, no cargas lo suficiente para hacer de este un país mejor. Esa culpa no la cargas tú, te la encargan, te obligan a cargarla los mismos asesinos que la crearon. Cargas tu cruz hasta la línea de ejecución, pero con tal de no ser crucificado, sigues cargando.
Tus piernas son débiles, delgadas, incluso podría decirse huesudas, pero de alguna forma no dejan de cargar, cargan tu ira, cargan tus fracasos, cargan los de los demás, sin esas piernas escuálidas todo se caería a la mierda, así que aguantan cada ventisca, cada frente frío, cada rechazo y cada felicitación falsa de cada persona que podría haberte necesitado en su vida, porque los tienes que cargar a todos. No olvides que eres el pilar que no puede ceder, porque todo se va a caer y no quieres ni pensar en las consecuencias. Ya que los cargas tan alto que si los soltases, se matan. Así que carga esas ganas de soltarlo todo también, también tiene su peso y su razón de ser, ya que si no está en tu espalda, estará en tu mente y te sentirás muy decepcionado cuando te des cuenta de que daba exactamente lo mismo si lo cargabas o lo dejabas caer, porque todas esas personas valen lo mismo que tú. Nada. 

Ahora suelta esa carga, tira esas ganas de proteger a tu gente de cosas que ellos mismos buscan para hacerse daño, tira el recuerdo de esa chica que daba todo por ti, pero por estar cargando otras cosas, la terminaste soltando. Que se joda, ella fue la ingenua, no tienes que cargar con la culpa de dañar a alguien cuando te estaban dañando. Deja que se le caiga su proyecto al farolas que te prometió de todo con tal de que crearas arte en su nombre. Suelta el arte, al fin y al cabo a nadie le importa tu esfuerzo en que sea perfecto, el nihilismo y el posmodernismo han logrado hacer que nada importe, no importa cuánto practiques, cuánto te esfuerces, el arte no le importa a nadie aquí porque ya nadie tiene alma. Total ¿Para qué la quieres? ¿Para torturarte? ¿Para que dejes de ser indiferente ante toda la muerte a tu alrededor? ¿Eso de qué te sirve? Sólo son más cargas y tú sólo eres una insignificante hormiga en una colonia de hormigas indiferentes. Mejor únete a nosotros ¿No ves lo fácil que es? Simplemente tienes que soltar toda esa carga y sentarte a nuestro lado a ver cómo el mundo termina de arder. Ni siquiera necesitas hacer nada, solito está muriéndose y todos esos imbéciles con él.


Ve lo delicioso que se siente soltar todo ese perfeccionismo y contribuir a la mierda que nos está destruyendo, sólo tienes que abrirle la puerta y la oscuridad hará un trabajo por ti. Puedes dejar de esforzarte, ni siquiera preocuparte por las consecuencias de terminar tirado o muerto en algún puente. O peor aún, en tu sillón donde te aplastas a olvidar cada vez que tienes la oportunidad. Deja que muera, deja de regarla, ya no sigas desviviéndote porque tus descendientes no paguen las consecuencias de tus actos, porque igual, cargarán con ello para después darse cuenta que no valía la pena. Son ellos quienes terminarán de matar al mundo, sí, sé que es tu mayor temor, pero déjalo ser ¿Qué tan malo sería? ¿No es el fuego un gran purificador? ¿No debería consumirse todo en las llamas para volver a crecer? Déjalo morir, míralo retorcerse mientras te das cuenta de que todo lo que cargabas y protegías de tus propios miedos, son nada más y nada menos que tus propios miedos, míralos achicharrarse a los perros, que sufran. Que se extingan; total, mañana estarán contigo otra vez, pegados a tu oreja, contracturando tu espalda, riéndose de tu vano intento por huir de ellos, por tu ridícula empresa en su contra, sin darte cuenta de que todos esos miedos y todo ese asqueroso exterior que quieres tanto dejar morir, eres tú mismo.

domingo, 31 de agosto de 2014

Transformación

 -¿Cuándo fue la última vez que me permití mirarte?
Se preguntó Aabharan, mientras trepaba al punto más alto del Himalaya y miró al cielo. Tomó su arco, tensó la cuerda con suavidad y firmeza, dio un suspiro que le recorrió todo el cuerpo y soltó la cuerda con decisión. La flecha se fue, silbando una melodía casi imperceptible, armonizando con las fuertes corrientes de viento que hay a esta altura, los mantras cantados por Aabharan guiaban la flecha, veía a través de ella, podía sentir cómo rompia el viento y el sonido con su rostro de Jade y acariciaban su cuerpo tallado en bambú.

Surcó los cielos eternos hasta clavarse en una piedra luminiscente, que descansaba sobre las nubes de Orion. Aabharan se acercó a ese espejo que creaba la piedra líquida y su reflejo, Shiva le otorgó una cítara y su mirada mostró a su corazón la misma melodía que esa flecha con cabeza de jade cantaba en el momento de su llegada. La música se creaba dentro de Aabharan mientras se sumergía en cada una de las estrellas que existieron.

-Tengo miedo de morir, Aabharan. Mi luz se está apagando después de tres eternidades. Después de esto ¿Qué hacer?- Preguntó Ceti, asustada. -Si quieres evitar morir, el mejor remedio es disminuir tu propia luz poco a poco, para que la muerte no pueda encontrarte, ve a donde nadie pueda encontrarte más que tú. No confíes en nadie, ya que la muerte puede encontrarte a través de quienes están vivos.- Contestó Aabharan y se fue cantando.

Ceti obedeció y fue apagando su luz poco a poco hasta que no era más que un punto transparente en el multiverso. Cuando intentó volver a encenderse un poco, al creer que la muerte ya la había dejado de buscar, se dio cuenta de que ya estaba muerta. Estaba aterrada, no podía creer la clase de engaño descarado con el que Aabharan la deshonraba. ¡¿Cómo se pudo atrever a dejarla morir, siendo que ella tenía tanto miedo?! Esto era imperdonable.

Estaba desconsolada e inundada en pena y odio, juró encontrar a Aabharan y quemarlo con el fuego más caliente y poderoso, para que él también se transformara en estrella y tuviera que sentir la agonía de tener miedo a morir en sus últimos años. Lo mandó a buscar hasta que recorrió el último rincón del espacio; pero no tuvo éxito.

Aturdida por su propia ira, comenzó a temblar y en un descuido soltó el más poderoso fuego, capaz de destruir la vida en una gran parte del universo, perdió el control y estalló. Su ira se extendió por toda la vía láctea y desplazó a muchas estrellas en la explosión y un mar de flechas de jade azul ardiendo caerían sobre la casa de Aabharan, quien tomó su cítara y comenzó a guiar los silbidos de la flecha al ritmo de la misma melodía que Shiva le enseñó, una melodía que contenía a todas las notas existentes, todas las sensaciones e intensiones.

Mientras Ceti, con su ira, orquestaba una percusión que golpeaba con una intensidad inenarrable, cambiante,  con matices fuertes y a veces silenciosos, para golpear sigilosamente a Aabharan, quien eludía también con saltos perfectamente armónicos a cada uno de sus cambios de estrategia. Tal fue la guerra orquestada por estrellas y dioses, que se creó un remolino nuboso, donde Aabharan era el centro y Ceti era todo lo demás, incluyendo el centro. Colisionaron de una forma tan feroz, que giraron eternamente, esperando a reexpandirse de nuevo con la ira de las hijas de Ceti y Aabharan, desatada sobre ellas mismas.

Así fue como se orquestó otra pieza perfecta, cuando Shiva se transformó en Aabharan y fue uno con Ceti. La música aún puede ser escuchada, la estás escuchando en este momento, la música que creó a todas las músicas.

jueves, 12 de diciembre de 2013

El Éxtasis de ser una Estrella.



Hoy decidí sentarme a meditar en las raíces de un árbol en las áreas verdes de Ciudad Universitaria, mientras todos corrían a sus trabajos, llenos de estrés, decidí aprovechar mi exceso de puntualidad y sentarme a meditar durante la hora que me quedaba antes del examen.


Cerré los ojos, me abrumaban pensamientos sobre aquella y sobre aquel cierre de ciclo "¿Qué pasará después? ¿Será que no he seguido adelante por miedo a no poder volver a hundirme en su cabello? ¿Algún día encontraré lo que ella prometía? ¿Algún día me permitiré tenerlo?".


El sonido de los coches me impedía concentrarme, así que decidí enfocarme en mi respiración y mis propias sensaciones, me concentré en Pink Floyd, después de un rato logré transformar todo pensamiento en color blanco, en estar solo ahí, en medio de la nada, la mente en blanco, mis pulmones llenos de vida, exhalando dolor.


Cuando todo dejó de ser tiempo y comenzó a ser simplemente todo, noté que ya no necesitaba respirar, noté que todo mi cuerpo era una luz muy intensa, estaba en medio del éter, brillando, explotando una y otra vez; jugando con rocas de colores y vida, haciendo equilibrio. A mi alrededor, habían millones de seres de luz jugando, bailando y creando vida, colisionando, lanzando piedras de fuego y al final desapareciendo.


El éxtasis que sentí al ser esa estrella y explotar una y otra vez es algo completamente inenarrable, fuera del alcance de las palabras, lejos de cualquier concepto, libre de cualquier límite, lleno de todos y cada uno de los sentires de todos los seres que existen en este infinito lugar. También sentí el sufrimiento de todos ellos.


Sentí al antílope huyendo a toda velocidad de su depredador, desesperado, a punto de morir, el dolor en el corazón de todas las familias en el Medio Oriente y el frío en el polo sur, la aurora boreal en el eje de cada planeta y el calor de el sol en su máximo apogeo, después miré a mis iguales desde muy lejos, desde el todo, miré a todas y cada una de ellas, con la vida que conllevan en su órbita, los miré por siempre.


Cuando por fin logré conocer a la última de esas estrellas, me encontré conmigo mismo, brillando, explorando y con la misma certeza confusa de que ese encuentro significaba el final del camino, nos fundimos en un eterno abrazo de muerte para después estallar en otros millones de soles.


Cuando pude entender la eternidad del universo, desperté, con la certeza de que ningún texto que pueda escribir se podrá acercar a explicar toda esa eternidad. Sólo les puedo decir que a pesar de todo, ahora tengo la certeza de que el amor sí es lo único que existe.

martes, 22 de octubre de 2013

Eterna.

Soñé contigo anoche, soñé contigo por meses, soñaba que te encontraba dentro de mí mismo, siendo eterna, bailando, volando, erizando mi piel; viviéndome. 

Te viví dos veces, te viví dos vidas; te vivo eternamente, quise pertenecerte, quise ser tu propietario. Fui egoísta al pensar en arrancar la flor con la que estuve embelesado, quise tenerte y te tuve tantas y tan pocas veces que terminé siendo tuyo. 

Ahora me encuentro buscando mis propias raíces. Ahora me busco a mí mismo en el mismo lugar donde me encontraste ¿Cómo hacer para mirarte sin desearte en un pedestal? ¿Cómo amarte sin dejar de amarme a mí mismo? ¿Cómo no amarte?
Gracias por tantos sueños. Gracias por hacerme sentir. Gracias por tu aroma, gracias, eternas gracias.

Nunca has de marchitarte si no te arranco de tus raíces; como defensor de tu belleza, no puedo ser yo quien te arranque. Vive eternamente.

Besaré tu recuerdo hasta quedarme sin labios, cantaré a tu sonrisa hasta quedarme sin voz, miraré hacia tu estrella hasta quedarme ciego y con ella me guiaré. Te amaré hasta quedarme sin alma, hasta que el sueño se acabe.

Te miraré hasta que te vuelvas realidad y mientras seas realidad, yo estaré ausente. Seré el Sol y te encontraré en cada eclipse, sólo para mirarte. Para darte vida eterna. Ahora eres inmortal.

Te daré luz hasta donde quiera que estés, sin embargo, estaremos cerca hasta el próximo eclipse.

Brilla eternamente, amada Luna.

miércoles, 24 de abril de 2013

Hielo

Caminaba por una interminable tormenta de hielo, deslizándome torpemente sobre el piso congelado, esperando no hundirme de nuevo en la incertidumbre, incertidumbre fría que mi cuerpo terrenal no es capaz de aguantar, pero mi alma sí. Caminé por meses enteros, viendo cómo la Luna me acompañaba por semanas, seguida por el Sol, sonriente, pero no calentaba jamás.

Ya me había acostumbrado a no ver nada, sobrevivía con mis otros sentidos, sobre todo con mi tercer ojo, cuando de repente te miré ahí, bailando sobre el hielo, con una gracia que cualquier felino admiraría, tu cabello se movía con la fluidez de la planta acuática más hermosa antes mencionada. Me acerqué como pude, tropezando, corriendo, volando y hasta nadando para poder tener por lo menos un rayo de esa perfección en mi mirar.

Seguías bailando, dando vueltas y desplazándote con la facilidad con la que un águila emprende el vuelo, me senté a mirarte, te miré por horas, horas que nunca terminaron de pasar, tiempo que jamás existió; te miré eternamente. Después comenzaste a cantar, calentando todos y cada uno de mis universos, regresándolos a la vida, invocando la aurora boreal, que danzaba a tu ritmo, que venía a admirar tu eterna belleza.

Después de varios meses, días, nunca supe cuánto tiempo pasé mirándote, pudieron ser años o pudo ser un microsegundo, pudo ser toda una vida. Después de todo ese tiempo, decidí acercarme. Al ponerme de pie, descubrí que podía caminar con la facilidad de una temperatura habitable y caminé hacia ti, al darte la vuelta, mareándome con tu perfecto cuerpo, rozando mi rostro con tu suave cabello e hipnotizándome con el brillo de tus ojos, brillo que cualquier estrella podría envidiar, sonreíste.

Una sonrisa que nunca pude ni podré olvidar, vi la vida en el entorno más frío y me sumergí en la aurora boreal que provocabas, transformándome en una parte de ti. Transformándome en hielo, siendo calor y energía. Estuve vivo.

Sueño.

Al entrar al estudio y poner el concierto de Aranjuez en el reproductor, descansando sobre la comodidad de mi silla incómoda, miré al punto exacto a la mitad del techo del estudio; ahí encontré tus ojos, un pequeño destello, casi invisible, con un detalle casi completamente difuminado. Volé hacia ellos, aclarando cada vez más ese brillo, el contacto fue tan preciso, que me sumergí completamente en ese punto de cemento en el techo, ese punto contenía unos ojos, una mente, millones de universos, millones de vidas. Nadé tranquilamente, dejándome llevar por la corriente causada por el flujo de tu gentil energía, sentí tu sangre, tus células, tus estrellas. Estaba tan inmerso en tus ojos, que pude ver a través de ellos; miré tu aura, ese contorno de colores que te embellece todavía más. Entró el miedo a no volver, pero desapareció pronto, sólo quería seguir viviendo en tu mirada, sintiendo tu piel, besando tus labios, siendo etéreo.

Al rozar tu piel por primera vez, me convertí en la misma, recorrí tu espalda, besé tu cuello y me quedé en tu cintura. De repente, me convertí en todo tu cuerpo y después me volví a enfocar en tus ojos, te miré desde ellos y te amé con la mirada, corrí hacia tu cabello y comencé a acariciarlo. Ya cómodo en la sedosidad de tu cabello, volví a beber de tus labios, trascendiendo a la inmortalidad y creando millones de galaxias. Me convertí en la sensación de mis labios recorriendo tu esencia mientras te miraba completa desde ti. Continué fluyendo, nadando entre tu eternidad, creando vida, revolucionando ideas y edificando castillos en tu nombre. Te amé de formas que ni siquiera puedes imaginar.

Al profundizarme en todo ese mundo tan etéreo y tan tú, encontré un paisaje montado por tus curvas, iluminado por el sol y con música creada por el viento, las ramas de los árboles, las pequeñas hojas del pasto, el canto de las águilas y de los jilgueros, una orquesta creada por tu naturaleza, por tu universo. 

Mis ojos se dilataron.

El color entró de maneras totalmente desconocidas a mi campo visual, dejándome completamente ciego por unos segundos, pero cuando pude ver no podía estar más feliz y completo, cuando pude ver, por fin supe que aún no lograba ver nada, supe de mi propia ceguera, con la que he vivido desde el principio de los tiempos. Agradecí a mi conciencia y volé por los puntos más elevados entre tus perfectas curvas, rodeé tu cintura, volé hasta tus pies y acaricié cada superficie aterciopelada en tu piel, me transporté rápidamente de vuelta a tu cuello y bebí de tu esencia para elevarme hasta que las nubes taparon mi vista, no quedó otra opción que mirar hacia el espacio y contar las estrellas, mirar universos creciendo lentamente, lento como el movimiento de tu cabello. Mis lágrimas crearon una lluvia de estrellas y se congelaron, modelando figuras tan maravillosas que sólo las logro imaginar.

De repente, una tormenta de polvo brillante arrasó con todo, transformando toda tierra infértil en un jardín de dalias, arrancando mi armadura y llevándose con ella mi escudo, al quedar dócil y vulnerable, pude volver a ver, era de día, era otro sol, era otra forma de vida, era tu sonrisa. Eras un todo de otra realidad, eras la prueba de la inmensidad, eras vida eterna y una estrella fugaz.

Una estrella fugaz, que al desaparecer de mi vista me regresó a la dura realidad actual, donde escribo esto, donde me encontré solo en medio de mi estudio, sin ti. Sólo un recuerdo, un sueño que anhelo hacer realidad. 

Sí, te escribo a ti, que eres tan luz, que tan vida, que eres tan amor, tan perfecta, tan tú. Te escribo a ti, que eres etérea, que eres eterna, que eres origen, tiempo, espacio, idea. Que eres música, eres estética, eres escultura, eres fluidez, eres cuerpo, eres humana, eres animal, eres planta. A ti, que eres todo.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Ahora eres dolor.

Hola, probablemente ya ni siquiera me recuerdes; no sé, ha pasado un mes y lo he sentido como si fuera un siglo. En un siglo se vive mucho, se aprende demasiado y por lo tanto, también se envejece. Eso ha pasado con mi alma, se ha vuelto vieja, mayor, experimentada, pero acabada por los golpes al corazón; por tu partida.

Ya sabíamos ambos que te ibas a ir, que mi "Todo" ya no se había convertido en un "Suficiente, no más", que tu libertad es tan vasta que no hubieras podido soportar un día más, sabiendo que los dos caminos a elegir nos iban a doler. Fuiste sabia al elegir el camino que a la larga nos haría mejores personas, en vez de escoger el dolor de la mutua destrucción.

El apocalipsis de nuestros besos, de nuestros encuentros en la cama, de tu piel rozando la mía, de la melodía que hacía con tu cuerpo al hacer el amor estaba tan cerca que me rompí la nariz contra el muro de tu indiferencia.

¿Cómo olvidar aquellas tardes, en las que no importaba el resto del mundo, siempre y cuando tuviera tus labios en mi cuello? Antes eras vida, sonrisas, colores vivos, música complicada, miradas llenas de amor y palabras que provocaban el llanto por la felicidad; ahora eres dolor.

Al mirar tu partida, caí en el mar de la incertidumbre y del dolor. Mar en el que todos sucumben a la muerte al patear desesperadamente, movimiento natural e instintivo del ser humano: Luchar por tu vida, luchar a lo pendejo, luchar sin objetivo claro, sin estrategia. Caí en ese mar y me sumergí hasta tocar el fondo y ser arrastrado por las fuertes corrientes contra los arrecifes de tu fuerte e inquebrantable decisión. Quedé inconsciente.

Después de eso, llegué a la nada, donde tienes tiempo de pensar, recuperarte y dejarte llevar; extrañamente puedo respirar en este mar; ¡Por supuesto que duele! ¡Quema! No me permite bloquearme ni irme a mi lugar seguro. Poco a poco aprendo a dejarlo entrar, recorrer y cubrir mi cuerpo con las quemaduras necesarias. Sólo tiene hambre.

Por fin toqué fondo, he caído lo más bajo que he podido; ahora hay piso sólido, lo sé porque me estrellé contra él. El dolor sólo me acompaña, me permito sentirlo, me permito sufrirlo y expresarlo a gritos ahogados por el mismo. No acepto rescatistas, no los necesito porque ya me sé mover por estas profundidades. Esperaré a recuperar mi fuerza y a tomar de la que me ha dado el dolor.

Con este tiempo aquí, ahora pienso que los que huyen del dolor con bloqueos mentales y distracciones son tan estúpidos. ¡Sólo están postergando la tortura! Ven al dolor como si fuera el diablo, como si realmente quisiera acabar con nosotros ¿Qué no ven que es el mejor maestro?

He aprendido a abrazar al dolor y dejar que me lleve en sus corrientes a donde tenga que llegar, se puede respirar en el mar del dolor hasta que, creyendo que te estás dejando llevar, nades sin rumbo hacia el Triángulo de la muerte, de donde nadie regresa. Eso hacen los que se rinden sin sonreír.

Le he sonreído a la muerte sin que ni siquiera me mire, es tan blanca, tan parecida a ti, le coqueteé un rato sin respuesta alguna, parece ser que no le apetece tomarme ahorita, en cierto modo llegó a doler, pero al saber abrazar al dolor, me he mantenido vivo, aprendiendo, haciéndome fuerte.

Poco a poco voy ascendiendo a la superficie, lucho contra los tiburones de la curiosidad, que intentan sumergirme de nuevo, ya no lo necesito, debo sanar mis heridas ya que han tocado mis huesos. He aprendido a tocar el doloroso flamenco de la vida, desgarrándome los dedos con cada rasgueo en las cuerdas de silicio, reventándome ampollas en los dedos de mi sabiduría. Estoy listo para el concierto.

¿Quién dijo que no iba a doler la vida? Quien lo dijo, no tiene una historia por la que yo cambiaría la mía. Si no duele ¿Cómo escribe? ¿Cómo crea? ¿Cómo destruye? ¿Qué come? ¿De qué sobrevive? ¿Qué aprende? ¿Para qué vive? Mi reino por la respuesta trascendental a cada una de esas preguntas.

Este texto no tiene sentido para quien no se deja abrazar por el dolor, no tiene sentido para quien se cubre de los golpes, para quien se echa para atrás al ver la patada aproximándose ni para quien no sabe romper un bate de autocompasión porque "Duele mucho". Este texto no está hecho para cobardes, que le temen a la vida y a su vez, a la muerte.