domingo, 31 de agosto de 2014

Transformación

 -¿Cuándo fue la última vez que me permití mirarte?
Se preguntó Aabharan, mientras trepaba al punto más alto del Himalaya y miró al cielo. Tomó su arco, tensó la cuerda con suavidad y firmeza, dio un suspiro que le recorrió todo el cuerpo y soltó la cuerda con decisión. La flecha se fue, silbando una melodía casi imperceptible, armonizando con las fuertes corrientes de viento que hay a esta altura, los mantras cantados por Aabharan guiaban la flecha, veía a través de ella, podía sentir cómo rompia el viento y el sonido con su rostro de Jade y acariciaban su cuerpo tallado en bambú.

Surcó los cielos eternos hasta clavarse en una piedra luminiscente, que descansaba sobre las nubes de Orion. Aabharan se acercó a ese espejo que creaba la piedra líquida y su reflejo, Shiva le otorgó una cítara y su mirada mostró a su corazón la misma melodía que esa flecha con cabeza de jade cantaba en el momento de su llegada. La música se creaba dentro de Aabharan mientras se sumergía en cada una de las estrellas que existieron.

-Tengo miedo de morir, Aabharan. Mi luz se está apagando después de tres eternidades. Después de esto ¿Qué hacer?- Preguntó Ceti, asustada. -Si quieres evitar morir, el mejor remedio es disminuir tu propia luz poco a poco, para que la muerte no pueda encontrarte, ve a donde nadie pueda encontrarte más que tú. No confíes en nadie, ya que la muerte puede encontrarte a través de quienes están vivos.- Contestó Aabharan y se fue cantando.

Ceti obedeció y fue apagando su luz poco a poco hasta que no era más que un punto transparente en el multiverso. Cuando intentó volver a encenderse un poco, al creer que la muerte ya la había dejado de buscar, se dio cuenta de que ya estaba muerta. Estaba aterrada, no podía creer la clase de engaño descarado con el que Aabharan la deshonraba. ¡¿Cómo se pudo atrever a dejarla morir, siendo que ella tenía tanto miedo?! Esto era imperdonable.

Estaba desconsolada e inundada en pena y odio, juró encontrar a Aabharan y quemarlo con el fuego más caliente y poderoso, para que él también se transformara en estrella y tuviera que sentir la agonía de tener miedo a morir en sus últimos años. Lo mandó a buscar hasta que recorrió el último rincón del espacio; pero no tuvo éxito.

Aturdida por su propia ira, comenzó a temblar y en un descuido soltó el más poderoso fuego, capaz de destruir la vida en una gran parte del universo, perdió el control y estalló. Su ira se extendió por toda la vía láctea y desplazó a muchas estrellas en la explosión y un mar de flechas de jade azul ardiendo caerían sobre la casa de Aabharan, quien tomó su cítara y comenzó a guiar los silbidos de la flecha al ritmo de la misma melodía que Shiva le enseñó, una melodía que contenía a todas las notas existentes, todas las sensaciones e intensiones.

Mientras Ceti, con su ira, orquestaba una percusión que golpeaba con una intensidad inenarrable, cambiante,  con matices fuertes y a veces silenciosos, para golpear sigilosamente a Aabharan, quien eludía también con saltos perfectamente armónicos a cada uno de sus cambios de estrategia. Tal fue la guerra orquestada por estrellas y dioses, que se creó un remolino nuboso, donde Aabharan era el centro y Ceti era todo lo demás, incluyendo el centro. Colisionaron de una forma tan feroz, que giraron eternamente, esperando a reexpandirse de nuevo con la ira de las hijas de Ceti y Aabharan, desatada sobre ellas mismas.

Así fue como se orquestó otra pieza perfecta, cuando Shiva se transformó en Aabharan y fue uno con Ceti. La música aún puede ser escuchada, la estás escuchando en este momento, la música que creó a todas las músicas.

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