jueves, 12 de diciembre de 2013

El Éxtasis de ser una Estrella.



Hoy decidí sentarme a meditar en las raíces de un árbol en las áreas verdes de Ciudad Universitaria, mientras todos corrían a sus trabajos, llenos de estrés, decidí aprovechar mi exceso de puntualidad y sentarme a meditar durante la hora que me quedaba antes del examen.


Cerré los ojos, me abrumaban pensamientos sobre aquella y sobre aquel cierre de ciclo "¿Qué pasará después? ¿Será que no he seguido adelante por miedo a no poder volver a hundirme en su cabello? ¿Algún día encontraré lo que ella prometía? ¿Algún día me permitiré tenerlo?".


El sonido de los coches me impedía concentrarme, así que decidí enfocarme en mi respiración y mis propias sensaciones, me concentré en Pink Floyd, después de un rato logré transformar todo pensamiento en color blanco, en estar solo ahí, en medio de la nada, la mente en blanco, mis pulmones llenos de vida, exhalando dolor.


Cuando todo dejó de ser tiempo y comenzó a ser simplemente todo, noté que ya no necesitaba respirar, noté que todo mi cuerpo era una luz muy intensa, estaba en medio del éter, brillando, explotando una y otra vez; jugando con rocas de colores y vida, haciendo equilibrio. A mi alrededor, habían millones de seres de luz jugando, bailando y creando vida, colisionando, lanzando piedras de fuego y al final desapareciendo.


El éxtasis que sentí al ser esa estrella y explotar una y otra vez es algo completamente inenarrable, fuera del alcance de las palabras, lejos de cualquier concepto, libre de cualquier límite, lleno de todos y cada uno de los sentires de todos los seres que existen en este infinito lugar. También sentí el sufrimiento de todos ellos.


Sentí al antílope huyendo a toda velocidad de su depredador, desesperado, a punto de morir, el dolor en el corazón de todas las familias en el Medio Oriente y el frío en el polo sur, la aurora boreal en el eje de cada planeta y el calor de el sol en su máximo apogeo, después miré a mis iguales desde muy lejos, desde el todo, miré a todas y cada una de ellas, con la vida que conllevan en su órbita, los miré por siempre.


Cuando por fin logré conocer a la última de esas estrellas, me encontré conmigo mismo, brillando, explorando y con la misma certeza confusa de que ese encuentro significaba el final del camino, nos fundimos en un eterno abrazo de muerte para después estallar en otros millones de soles.


Cuando pude entender la eternidad del universo, desperté, con la certeza de que ningún texto que pueda escribir se podrá acercar a explicar toda esa eternidad. Sólo les puedo decir que a pesar de todo, ahora tengo la certeza de que el amor sí es lo único que existe.

martes, 22 de octubre de 2013

Eterna.

Soñé contigo anoche, soñé contigo por meses, soñaba que te encontraba dentro de mí mismo, siendo eterna, bailando, volando, erizando mi piel; viviéndome. 

Te viví dos veces, te viví dos vidas; te vivo eternamente, quise pertenecerte, quise ser tu propietario. Fui egoísta al pensar en arrancar la flor con la que estuve embelesado, quise tenerte y te tuve tantas y tan pocas veces que terminé siendo tuyo. 

Ahora me encuentro buscando mis propias raíces. Ahora me busco a mí mismo en el mismo lugar donde me encontraste ¿Cómo hacer para mirarte sin desearte en un pedestal? ¿Cómo amarte sin dejar de amarme a mí mismo? ¿Cómo no amarte?
Gracias por tantos sueños. Gracias por hacerme sentir. Gracias por tu aroma, gracias, eternas gracias.

Nunca has de marchitarte si no te arranco de tus raíces; como defensor de tu belleza, no puedo ser yo quien te arranque. Vive eternamente.

Besaré tu recuerdo hasta quedarme sin labios, cantaré a tu sonrisa hasta quedarme sin voz, miraré hacia tu estrella hasta quedarme ciego y con ella me guiaré. Te amaré hasta quedarme sin alma, hasta que el sueño se acabe.

Te miraré hasta que te vuelvas realidad y mientras seas realidad, yo estaré ausente. Seré el Sol y te encontraré en cada eclipse, sólo para mirarte. Para darte vida eterna. Ahora eres inmortal.

Te daré luz hasta donde quiera que estés, sin embargo, estaremos cerca hasta el próximo eclipse.

Brilla eternamente, amada Luna.

miércoles, 24 de abril de 2013

Hielo

Caminaba por una interminable tormenta de hielo, deslizándome torpemente sobre el piso congelado, esperando no hundirme de nuevo en la incertidumbre, incertidumbre fría que mi cuerpo terrenal no es capaz de aguantar, pero mi alma sí. Caminé por meses enteros, viendo cómo la Luna me acompañaba por semanas, seguida por el Sol, sonriente, pero no calentaba jamás.

Ya me había acostumbrado a no ver nada, sobrevivía con mis otros sentidos, sobre todo con mi tercer ojo, cuando de repente te miré ahí, bailando sobre el hielo, con una gracia que cualquier felino admiraría, tu cabello se movía con la fluidez de la planta acuática más hermosa antes mencionada. Me acerqué como pude, tropezando, corriendo, volando y hasta nadando para poder tener por lo menos un rayo de esa perfección en mi mirar.

Seguías bailando, dando vueltas y desplazándote con la facilidad con la que un águila emprende el vuelo, me senté a mirarte, te miré por horas, horas que nunca terminaron de pasar, tiempo que jamás existió; te miré eternamente. Después comenzaste a cantar, calentando todos y cada uno de mis universos, regresándolos a la vida, invocando la aurora boreal, que danzaba a tu ritmo, que venía a admirar tu eterna belleza.

Después de varios meses, días, nunca supe cuánto tiempo pasé mirándote, pudieron ser años o pudo ser un microsegundo, pudo ser toda una vida. Después de todo ese tiempo, decidí acercarme. Al ponerme de pie, descubrí que podía caminar con la facilidad de una temperatura habitable y caminé hacia ti, al darte la vuelta, mareándome con tu perfecto cuerpo, rozando mi rostro con tu suave cabello e hipnotizándome con el brillo de tus ojos, brillo que cualquier estrella podría envidiar, sonreíste.

Una sonrisa que nunca pude ni podré olvidar, vi la vida en el entorno más frío y me sumergí en la aurora boreal que provocabas, transformándome en una parte de ti. Transformándome en hielo, siendo calor y energía. Estuve vivo.

Sueño.

Al entrar al estudio y poner el concierto de Aranjuez en el reproductor, descansando sobre la comodidad de mi silla incómoda, miré al punto exacto a la mitad del techo del estudio; ahí encontré tus ojos, un pequeño destello, casi invisible, con un detalle casi completamente difuminado. Volé hacia ellos, aclarando cada vez más ese brillo, el contacto fue tan preciso, que me sumergí completamente en ese punto de cemento en el techo, ese punto contenía unos ojos, una mente, millones de universos, millones de vidas. Nadé tranquilamente, dejándome llevar por la corriente causada por el flujo de tu gentil energía, sentí tu sangre, tus células, tus estrellas. Estaba tan inmerso en tus ojos, que pude ver a través de ellos; miré tu aura, ese contorno de colores que te embellece todavía más. Entró el miedo a no volver, pero desapareció pronto, sólo quería seguir viviendo en tu mirada, sintiendo tu piel, besando tus labios, siendo etéreo.

Al rozar tu piel por primera vez, me convertí en la misma, recorrí tu espalda, besé tu cuello y me quedé en tu cintura. De repente, me convertí en todo tu cuerpo y después me volví a enfocar en tus ojos, te miré desde ellos y te amé con la mirada, corrí hacia tu cabello y comencé a acariciarlo. Ya cómodo en la sedosidad de tu cabello, volví a beber de tus labios, trascendiendo a la inmortalidad y creando millones de galaxias. Me convertí en la sensación de mis labios recorriendo tu esencia mientras te miraba completa desde ti. Continué fluyendo, nadando entre tu eternidad, creando vida, revolucionando ideas y edificando castillos en tu nombre. Te amé de formas que ni siquiera puedes imaginar.

Al profundizarme en todo ese mundo tan etéreo y tan tú, encontré un paisaje montado por tus curvas, iluminado por el sol y con música creada por el viento, las ramas de los árboles, las pequeñas hojas del pasto, el canto de las águilas y de los jilgueros, una orquesta creada por tu naturaleza, por tu universo. 

Mis ojos se dilataron.

El color entró de maneras totalmente desconocidas a mi campo visual, dejándome completamente ciego por unos segundos, pero cuando pude ver no podía estar más feliz y completo, cuando pude ver, por fin supe que aún no lograba ver nada, supe de mi propia ceguera, con la que he vivido desde el principio de los tiempos. Agradecí a mi conciencia y volé por los puntos más elevados entre tus perfectas curvas, rodeé tu cintura, volé hasta tus pies y acaricié cada superficie aterciopelada en tu piel, me transporté rápidamente de vuelta a tu cuello y bebí de tu esencia para elevarme hasta que las nubes taparon mi vista, no quedó otra opción que mirar hacia el espacio y contar las estrellas, mirar universos creciendo lentamente, lento como el movimiento de tu cabello. Mis lágrimas crearon una lluvia de estrellas y se congelaron, modelando figuras tan maravillosas que sólo las logro imaginar.

De repente, una tormenta de polvo brillante arrasó con todo, transformando toda tierra infértil en un jardín de dalias, arrancando mi armadura y llevándose con ella mi escudo, al quedar dócil y vulnerable, pude volver a ver, era de día, era otro sol, era otra forma de vida, era tu sonrisa. Eras un todo de otra realidad, eras la prueba de la inmensidad, eras vida eterna y una estrella fugaz.

Una estrella fugaz, que al desaparecer de mi vista me regresó a la dura realidad actual, donde escribo esto, donde me encontré solo en medio de mi estudio, sin ti. Sólo un recuerdo, un sueño que anhelo hacer realidad. 

Sí, te escribo a ti, que eres tan luz, que tan vida, que eres tan amor, tan perfecta, tan tú. Te escribo a ti, que eres etérea, que eres eterna, que eres origen, tiempo, espacio, idea. Que eres música, eres estética, eres escultura, eres fluidez, eres cuerpo, eres humana, eres animal, eres planta. A ti, que eres todo.