“Para mí fuiste más que otra persona cruzando la puerta de mi vida, más que un ocaso convertido en la oscuridad desde donde ahora te escribo. No fuiste sólo esa chica a la que conocí unos cuantos días, que podría olvidar; esa chica sin derecho de antigüedad. Fuiste más que una puerta abierta con cadena sobrepuesta. Más que un beso de despedida.
Desde que te conocí, supe que la vida todavía crea cosas que valen la pena, que te devuelven la esperanza, la admiración hacia alguien más. Dicen que si no hay admiración, no pasa de la amistad, pero nunca me imaginé que sobrepasaría los límites del amor en tanto tiempo. Después de ti, ahora todo me ha parecido superfluo, tonto, sin significado mayor que una simple persona entrando en mi vida y saliendo como el paso de las estaciones.
No fuiste tiempo, no fuiste espacio; fuiste vida…”
Después de volver a arrugar la carta, a falta de palabras para describir lo que sentía, el escritor fue a la terraza a pensar y tomar otro trago. Desesperado, tomó el pesado bolígrafo hecho con oro y lo lanzó lo más lejos que pudo, rompiendo así la ventana de una casa cruzando la calle.
Sintiéndose como un idiota, fue en seguida a tocar a la casa de la vecina para disculparse. Al abrirse la puerta, apareció ella… Una chica de un bastante simpático parecer, cabello chino, baja estatura y una sonrisa amable. Extendió su pequeña mano, devolviéndole el bolígrafo al acabado hombre. –Ay, vecino, debe tener más cuidado cuando descarga su ira, pudo haber herido a alguien.- Dijo la señorita con su tierna, pero a la vez madura voz. Muy apenado, el escritor respondió: -De verdad, estoy muy apen… - Interrumpido por la mano de la señorita y una invitación a tomar un café, guardó silencio y entró a la casa.
-Mi nombre es Martha, me acabo de mudar, como podrá haberse dado cuenta, ¿Cuál es su nombre? – Preguntó la pequeña mujercita, era la primera vez que el escritor estaba cerca de una mujer y no sentía deseos de besarla, aunque la mujer era bastante bella. -¡Dios, soy un grosero! Disculpe, me presento: Mi nombre es Alejandro, soy escritor y cineasta, justo hace unos minutos estaba escribiendo un poema, pero la frustración me obligó a que su ventana sufriera las consecuencias, lo siento muchísimo.
-No se preocupe por la ventana, nadie duerme ahí y no es un cuarto muy habitado.- Dijo sonriendo, tranquilamente. –Dígame, señor Alejandro ¿Le pasa algo? Lo veo bastante apachurrado, no creo que sea su poema lo que lo tiene así.- En ese momento, el escritor sintió una confianza absoluta, como si esa chica fuera su hermana, sintió una conexión bastante agradable, pero no una conexión sexual, ni amorosa; Era algo mucho más profundo, pareciera que estuviera hablando con su hermana.
Calentando sus manos en la taza de café y mirando los acabados al estilo barroco de esa bella sala donde se encontraba sentado, decidióse a empezar a contar todo.
-Hace unos cuántos años fue cuando ésta oleada de frustración excesiva comenzó, le parecerá tonto, pero así fue. Hace aproximadamente tres años, conocí en un rodaje a una chica que cambió mi vida para siempre, se llamaba Liliana, una chica espectacularmente inteligente, bella, creativa y parecida a mí. Cuando la conocí, pareciera que estaba hablando con una versión femenina y delicada de mí mismo, teníamos los mismos gustos, pensamientos y nuestro amor por el arte hizo más fuerte nuestro lazo. Salimos un par de veces, usted sabe, lo normal: Un café, ida al parque, tienda de música, cantamos sentados en una banca con mi siempre amada guitarra, a la que me gusta llamar con el nombre de “Janis”. Sus besos eran como ir al cielo y regresar a la tierra al mismo tiempo, sin dolor. Pero, como usted sabrá, ella se fue tan rápido como llegó, pero sin el mismo esfuerzo que yo puse para poder tener la oportunidad de estar con ella.
Interrumpiéndolo, pelando los ojos, con mucha atención, Martha preguntó: -¿Le duele su partida?- La pregunta al escritor le parecía de lo más absurda e innecesaria, sin embargo, asintió con la cabeza, con las manos intentando arrancarse el cabello y con un nudo en la garganta. –Después de ella pasaron muchas mujeres, todas equivocadas, ninguna suficiente, todo en vano, desde que se fue, no he podido volver a encontrar la paz e inspiración, siento como si ya no estuviera vivo, me duele demasiado.- Repentinamente, la chica tiró el café accidentalmente sobre las piernas del escritor, estaba tan caliente que el hombre soltó un grito ensordecedor y se levantó. El ardor era tanto que el escritor terminó desmayándose, exageradamente.
A la mañana siguiente despertó sin pantalones en el sillón, lo primero que vio al voltear a su izquierda fue a
Martha secando sus pantalones y riéndose muchísimo de lo que había pasado. –No le encuentro lo gracioso, señorita ¡Dios, qué pena, estoy sin pantalones en su casa!- Dijo Alex, asustado. –No se preocupe, no hay nada demasiado desagradable que ver.- Dijo Martha, aun riéndose, pero sin coquetear, bien raro. –Ahí en el sillón hay un pantalón deportivo que dejó un ex novio hace mucho, póngaselo, es lo único en esta casa que le podría quedar a semejante balagardo como usted.- Sin pensar, Alex se vistió, sintiéndose más en confianza, no estaba con alguien con quien fuera a tener algo pasional, era como estar con su hermana o con un amigo.
-Del uno al diez, Alex, dime cuánto te dolió esa quemadura. Perdón, soy una grosera ¿Te molesta si te tuteo?
Ya te vi en ropa interior, de todos modos, supongo que ya hay confianza.- Alex, soltando una carcajada dijo: -Si, no te preocupes, si me dejas tutearte también. Pues me dolió como en un seis.- Dijo Alex, haciéndose el macho –Te desmayaste… -Bueno, un nueve- Dijo, apenado. -¿Por qué la pregunta?- Dijo Alex, sorprendido. –Fácil, porque el dolor es una forma de indicarte que estás vivo, anoche me dijiste que te dolía demasiado la partida de Liliana, así que no se me ocurrió otra forma de decírtelo que quemándote con el café. Por cierto, fue intencional, disculpa.- Dijo ella, con serenidad. Alex no sabía cómo responder, ella tenía toda la razón, era impresionante. –Creo, mi estimado amigo, que has vivido muchísimo tiempo pensando en el pasado de una manera errónea, viviendo un luto que debió haberse convertido en lección para seguir adelante. Inconscientemente estás esperando que ella vuelva, como siendo invocada por tu dolor. Esperas que todo cambie, pero no haces realmente nada más que quejarte y hacerte a víctima, no haces que las cosas cambien, no das oportunidad.
-¿Pero cómo puedo hacer que cambien, si no hay nadie como ella?- Dijo neciamente el hombre. –Dejando de esperar que llegue alguien como ella y empezar a confiar en que llegará alguien con quien vas a estar mejor. Te contaré una historia, espera.- Salió corriendo de la sala y subió a la biblioteca, regresó con un libro pequeño que contenía historias para niños. -¿Historias para niños? ¿Eso en qué me va a ayudar? –Las historias para niños son escritas por adultos, por escritores como tú, Alex, escritores con la intención de enseñar algo.- Dijo ella, con cierta lógica que Alex no podía entender. –Cállate y escucha.- Dijo, antes de que Alex pudiera articular cualquier palabra y se dispuso a leer en voz alta:
“Había una vez, un cachorro tigre que jugaba con las otras crías a cazar aves. Jugaban muy felizmente, nuestro tigre estrella era el más ágil, el mejor de todos, podía atrapar muchísimas aves al vuelo. Cuando de repente, tratando de atrapar un águila, cayó a un pequeño, pero empedrado barranco y se rompió una pata, su madre, corriendo, fue a su rescate, llevándolo así a un lugar seguro entre la manada. Debido a su pata rota, el pequeño tigre no podía seguir jugando con sus amigos, fue tanto el tiempo lastimado y tanto el tiempo con el dolor, que el tigre creció sin poder moverse, por miedo a que le doliera.
Cuando era pequeño, era fácil para su madre llevarlo cada vez que cambiaban de lugar en la manada, pero cuando creció, ya nadie lo podía cargar, era un tigre pesadísimo. La manada decidió dejarlo morir y el tigre, cuando vio a su gente alejándose, se dejó a sí mismo caer en la tierra.
Pasó días, casi semanas, comiendo lo poco que se le llegaba a acercar, cosas pequeñas, muriendo de hambre y sed, poco a poco, hasta que un día, un mono le comenzó a lanzar cocos, riéndose muchísimo, le parecía divertido ver cómo podía estar molestando al tigre sin que éste se molestara ni siquiera un poquito en moverse. Hasta que uno de esos cocos alcanzó la pata que el tigre creía lastimada. El tigre se imaginó tanto dolor que rugió fuertísimo y se levantó de golpe, brincando directo hacia el mono, quien huyó despavorido hacia la copa del árbol.
Un tucán, que miraba la escena, divertido, le dijo al tigre: -Oye, tigre ¿Te has dado cuenta que el brinco espléndido que acabas de hacer hacia el mono, lo hiciste con la pata que tenías lastimada?
El tigre, al darse cuenta de esto, rugió del susto y se tiró al piso, revisando su pata, preocupado. El tucán bajó del árbol y empezó a examinar la pata del tigre, moviéndola hasta demostrarle que la pata estuvo sana desde hace mucho tiempo. El tigre, al darse cuenta de esto, reflexionó que había dejado ir a su manada por miedo a sentir un dolor que ya no existía, se levantó y agradeciendo al tucán, salió disparado a buscar a su manada, en el camino encontró comida y agua, lo cual lo hizo más fuerte. Cuando por fin encontró a su manada, su madre, orgullosa, lo recibió con muchísimo cariño, igual que la manada, quien de verdad lo extrañaba…”
-Y pues, el resto, como tú dirías, mi estimado Alex: El resto, es historia- Dijo Martha, mirándome con la ternura con la que te mira una hermana mayor.
Y pues el resto, mis queridos lectores, es historia.
Firma, con mucho cariño: Alex.
Ésta entrada está escrita para que ustedes se hagan su propia conclusión, chavos. Con mucho cariño para ustedes.
ResponderEliminarYo amé esta entrada.
ResponderEliminarpff esta hermosa, puedo decir que admiro tu trabajo una historia llena de magia, puedo decir que con lindo relato me has ayudado para abrir los ojos para darme cuenta de algunos de mis errores, mis mejores deseos Te amo ^^
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