miércoles, 7 de septiembre de 2011

La fábula del tigre (Entrada anterior)


Había una vez, un cachorro tigre que jugaba con las otras crías a cazar aves. Jugaban muy felizmente, nuestro tigre estrella era el más ágil, el mejor de todos, podía atrapar muchísimas aves al vuelo. Cuando de repente, tratando de atrapar un águila, cayó a un pequeño, pero empedrado barranco y se rompió una pata, su madre, corriendo, fue a su rescate, llevándolo así a un lugar seguro entre la manada. Debido a su pata rota, el pequeño tigre no podía seguir jugando con sus amigos, fue tanto el tiempo lastimado y tanto el tiempo con el dolor, que el tigre creció sin poder moverse, por miedo a que le doliera.

Cuando era pequeño, era fácil para su madre llevarlo cada vez que cambiaban de lugar en la manada, pero cuando creció, ya nadie lo podía cargar, era un tigre pesadísimo. La manada decidió dejarlo morir y el tigre, cuando vio a su gente alejándose, se dejó a sí mismo caer en la tierra.

Pasó días, casi semanas, comiendo lo poco que se le llegaba a acercar, cosas pequeñas, muriendo de hambre y sed, poco a poco, hasta que un día, un mono le comenzó a lanzar cocos, riéndose muchísimo, le parecía divertido ver cómo podía estar molestando al tigre sin que éste se molestara ni siquiera un poquito en moverse. Hasta que uno de esos cocos alcanzó la pata que el tigre creía lastimada. El tigre se imaginó tanto dolor que rugió fuertísimo y se levantó de golpe, brincando directo hacia el mono, quien huyó despavorido hacia la copa del árbol.

Un tucán, que miraba la escena, divertido, le dijo al tigre: -Oye, tigre ¿Te has dado cuenta que el brinco espléndido que acabas de hacer hacia el mono, lo hiciste con la pata que tenías lastimada?
El tigre, al darse cuenta de esto, rugió del susto y se tiró al piso, revisando su pata, preocupado. El tucán bajó del árbol y empezó a examinar la pata del tigre, moviéndola hasta demostrarle que la pata estuvo sana desde hace mucho tiempo. El tigre, al darse cuenta de esto, reflexionó que había dejado ir a su manada por miedo a sentir un dolor que ya no existía, se levantó y agradeciendo al tucán, salió disparado a buscar a su manada, en el camino encontró comida y agua, lo cual lo hizo más fuerte. Cuando por fin encontró a su manada, su madre, orgullosa, lo recibió con muchísimo cariño, igual que la manada, quien de verdad lo extrañaba. Y pues, nada, el tigre continuó su ciclo vital, enseñándole a sus hijos la fuerte lección.

El miedo a sentir dolor es tan absurdo como pensar que las heridas no sanarán jamás.

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