domingo, 13 de febrero de 2011

El último día de mi vida.
Por Alejandro Peñaloza Durán.

El último día de mi vida, no estoy seguro cuando llegará, no sé si es hoy, mañana, o tal vez en tres años o cincuenta años, lo único que tengo seguro en la vida es que ese día llegará. Y si alguien me dijera que realmente éste es el último día de mi vida, no dudaría en salir y agradecerle a mis padres el regalo gigantesco que me dieron, la vida misma. Porque aunque hayan sido buenos o malos padres, hubo problemas y discusiones, el darme algo más que la vida, tan sólo es un lujo.

Saldría a la calle y pasaría el día en mi lugar favorito, con mis personas favoritas, en mi hogar movible, en donde están las personas que me hacen feliz y me extrañan, ese día tomaría mi guitarra, y le cantaría a la vida. Escribiría la historia más bizarra del universo, me haría mil preguntas y seguiría amando la sabiduría. Seguiría aprendiendo hasta que ya no pueda más, haría un video despidiéndome, honrando la vida y mandaría una carta a todos y cada uno de los que han sido importantes para mí.

Pero, ¿Realmente sería el último día de mi existencia? Dicen que todo lo que tiene nombre existe, ¿Quién demuestra que cuando mueres no naces al mismo tiempo? ¿Cómo sé si aún me falta por aprender lo que tengo que aprender? ¿Cómo sé si realmente cumplí mi misión en esta vida? Y si hay más de las mismas, ¿Cómo sé si son infinitas, o todavía me falta vivir otras personalidades?

Si muero mañana, sé que estaré bien, porque creo fervientemente que después de haberme ido, mi recuerdo estará en alguien, realmente no desapareceré, y el espíritu continúa aprendiendo. Antes estaba asustado de la muerte, solía pensar que era el fin, pero eso era antes, ya no lo estoy porque sé que mi alma seguirá latente.

Pero, lo más importante, es vivir cada día y cada momento como si fuera el último, porque vale más VIVIR 17 años que TENER 25 años. Porque tener 17 años vividos con todo el amor y todas las ganas y con todo orgullo, es ser mayor que aquel que acaba de cumplir 25 años porque no le ha tocado morir.

El último día de mi vida, no me arrepentiría de nada, sólo reconocería lo que fue, y sabría que el que tiene el 100% de responsabilidad en todo lo que pasa en mi vida, soy sólo yo. Tranquilo, no confundas responsabilidad con culpa, la culpa no es relevante, lo hecho está hecho, y no se puede deshacer, por más que te lamentes, por más que te arrepientas, el hecho ahí está y tú decides lo que harás al respecto.

El último día de mi vida, no perdonaría a nadie, no por orgullo, sino por humildad, porque siempre he considerado el perdón como un acto de soberbia, ya que no somos nadie para perdonar, ninguno es más que otro, todos somos igual de ignorantes, igual de imperfectos, aunque de diferentes maneras. Los defectos hacen perfecto al ser humano, y no hay persona más perfecta que la que se acepta y se ama como es y no necesita aparentar ser nadie para hacerse notar.

El último día de mi vida, abriré de nuevo este texto, y lloraré de alegría al ver la vida por última vez.
Pero lo más importante, el último día de mi vida, lo viviría.

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