domingo, 27 de febrero de 2011

Presunto culpable, y otras groserías del sistema.

Hoy fui al cine y vi este documental llamado “presunto  culpable”, es la historia de un muchacho que trabaja en un mercado del Distrito Federal, que es acusado de homicidio sin ningún tipo de pruebas más que un testigo pazguato. Éste documental nos muestra cómo es nuestro sistema de justicia: Nada más y nada menos que una vil tómbola, con la que eligen, en vez de investigar, al “culpable” en dicho delito.
Nos muestra lo impresentables que son los jueces, el secretario de seguridad pública y el ministerio, además de los jueces y los abogados fiscales. Un país en el que tienes que probar a toda costa tu inocencia a toda costa, en vez de que tengan que probar tu culpabilidad. En la película el muchacho (El Toño) logra mostrar todas las pruebas que muestran su inocencia y se graba cada interrogatorio, sin embargo, el juez decide sentenciarlo a 20 años en prisión, sin tomar en cuenta absolutamente nada más que su santa y asquerosa voluntad.
Ésta película te dejará tal impotencia y rabia que querrás salir a gritar a los cuatro vientos lo injusto que es nuestro sistema, como también te dejará rabia y desesperanza al ver que terminando el documental y empezando los créditos, la gente se levanta atacada de la risa preocupada porque su equipo de fútbol va a jugar, o si teresa se está muriendo en el hospital por ser una hembra mala, tomándose la gravedad del asunto como un simple chiste.
No puedo creer que de verdad la gente se preocupe tanto por su telenovela cuando el 97% de las personas en prisión son inocentes, que haya gente ofendida porque nos dicen cosas en Inglaterra, mientras Acapulco y muchos otros estados son totalmente inhabitables por tanto narcotráfico, que la gente siga traumada con el “juayderito”, pero pocos son los que se dan cuenta de que nuestro presidente ha osado censurar a una periodista por dar su opinión, además de muchas desgracias más.
Si nosotros no podemos mirar en lo que estamos fallando, que estamos dejando que gente sin preparación tenga el poder, que estamos pensando en puras cosas irrelevantes, en vez de pensar en lo que tenemos que pensar, estimados lectores, será  imposible que podamos hacer un cambio.
¿Hasta cuándo piensas permitir esto? Solo tú lo decides, toma conciencia y pon tu granito de arena para que esto sea mejor, si el gobierno no te piensa ayudar, muévete.

domingo, 13 de febrero de 2011

El multifacético

El Multifacético.

¿Alguna vez has peleado con alguien y recibido el comentario “Gracias por enseñarme al verdadero Mengano que todos me decían que eres”? Yo sí, y me hace pensar mucho sobre el tema. Veámoslo de este modo: En el momento en el que conoces a una persona, tratas de mostrarle una parte buena de ti mismo, con el tiempo vas tomando más confianza y empiezas a ser más tú, y la otra persona se sorprende al ver en ti talentos que nunca se hubiera imaginado, pero también conocerá defectos que nunca se hubiera imaginado en ti. Es ahí cuando uno decide si es capaz de soportar esos momentos bipolares que tienes y esa soberbia que tal vez tengas, y tomarte tal y como eres o simplemente decirte “pensé que eras tierno” e irse.

Pero ¿Porqué llamarlo doble cara? ¿Porqué es algo malo mostrarte al verdadero yo?  Es normal querer dar una buena impresión, pero es imposible, incluso absurdo, mantener esa impresión por siempre, porque tarde o temprano saldrá el señor defecto a recordarte que no eres todo ternura, los demás tendremos todo el derecho de decidir si queremos tomarte como eres o irnos, y quien se queda, no vale la pena más que el que se fue, ni viceversa, sino todo lo contrario, valen igual, porque todos somos iguales en virtud, pero tenemos diferentes virtudes.

Siempre es bueno mirarse a uno mismo y darse cuenta de su propia ignorancia y su propia necedad, y se logra solamente cuestionando y encontrando el hambre de más y más verdad.

Veamos la vida como una patineta: Cuando empiezas a subirte a la tabla, siempre quieres aprender a hacer más cosas, pero al principio te da miedo, aunque después te da un hambre de seguir siendo cada vez mejor y cada vez vas superándote a ti mismo, no lo haces para opacar a nadie, sólo porque te encanta la adrenalina de estar en el aire esperando tocar el piso con la tabla en los pies. Cuando caes de sentón después  de intentar un truco, el sentimiento es una gran satisfacción porque en ese momento sabes que el dolor que sientes, significa que estás a menos de tres intentos de lograrlo, y cuando lo logras quieres lograr más. Cuando te lanzas de tu primera rampa, te vas de sentón contra el piso y ahí encuentras el amor a lo que haces en el golpe, después cuando menos te das cuenta ya estás en la cima de una mega rampa en los x-games, tú dime ¿Te sería suficiente? A mí no, sinceramente, creo que en el momento que piensas que ya nadie es capaz de superarte y ya no tienes nada que aprender de nadie, ese es el momento de renunciar y dedicarte a otra cosa.

¿En qué tiene que ver todo esto de la alegoría de la patineta con el ser dos caras? ¡En todo! La vida está llena de cambios, que sólo significan que estamos creciendo, encontrando al verdadero yo, porque solo se encuentra experimentando con tu propia persona. Pero no te confundas, que el verdadero yo, es como la verdad según Sócrates: Es provisional.

Siempre estamos en un constante cambio, y por eso también hay que tener cuidado con no perder nuestra esencia pretendiendo ser alguien que realmente no somos, porque el nombre que tenemos lo tenemos por algo, aunque sea el nombre de nuestro padre o madre, según la numerología, nuestro nombre es lo que nos forma la personalidad (en palabras muy simples).

Nunca temas ser tu mismo, nunca trates de ser alguien más para encajar, porque en ese lugar en el que tienes que cambiar para encajar, nunca vas a ser aceptado. Vale más la pena y te hace ver mejor, estar con quienes realmente te ven como eres y con todo y tus defectos, te toman y te dan un lugar en su corazón.

Nunca finjas ser otra persona, porque esa y no otra es la verdadera definición de “el multifacético”.
El último día de mi vida.
Por Alejandro Peñaloza Durán.

El último día de mi vida, no estoy seguro cuando llegará, no sé si es hoy, mañana, o tal vez en tres años o cincuenta años, lo único que tengo seguro en la vida es que ese día llegará. Y si alguien me dijera que realmente éste es el último día de mi vida, no dudaría en salir y agradecerle a mis padres el regalo gigantesco que me dieron, la vida misma. Porque aunque hayan sido buenos o malos padres, hubo problemas y discusiones, el darme algo más que la vida, tan sólo es un lujo.

Saldría a la calle y pasaría el día en mi lugar favorito, con mis personas favoritas, en mi hogar movible, en donde están las personas que me hacen feliz y me extrañan, ese día tomaría mi guitarra, y le cantaría a la vida. Escribiría la historia más bizarra del universo, me haría mil preguntas y seguiría amando la sabiduría. Seguiría aprendiendo hasta que ya no pueda más, haría un video despidiéndome, honrando la vida y mandaría una carta a todos y cada uno de los que han sido importantes para mí.

Pero, ¿Realmente sería el último día de mi existencia? Dicen que todo lo que tiene nombre existe, ¿Quién demuestra que cuando mueres no naces al mismo tiempo? ¿Cómo sé si aún me falta por aprender lo que tengo que aprender? ¿Cómo sé si realmente cumplí mi misión en esta vida? Y si hay más de las mismas, ¿Cómo sé si son infinitas, o todavía me falta vivir otras personalidades?

Si muero mañana, sé que estaré bien, porque creo fervientemente que después de haberme ido, mi recuerdo estará en alguien, realmente no desapareceré, y el espíritu continúa aprendiendo. Antes estaba asustado de la muerte, solía pensar que era el fin, pero eso era antes, ya no lo estoy porque sé que mi alma seguirá latente.

Pero, lo más importante, es vivir cada día y cada momento como si fuera el último, porque vale más VIVIR 17 años que TENER 25 años. Porque tener 17 años vividos con todo el amor y todas las ganas y con todo orgullo, es ser mayor que aquel que acaba de cumplir 25 años porque no le ha tocado morir.

El último día de mi vida, no me arrepentiría de nada, sólo reconocería lo que fue, y sabría que el que tiene el 100% de responsabilidad en todo lo que pasa en mi vida, soy sólo yo. Tranquilo, no confundas responsabilidad con culpa, la culpa no es relevante, lo hecho está hecho, y no se puede deshacer, por más que te lamentes, por más que te arrepientas, el hecho ahí está y tú decides lo que harás al respecto.

El último día de mi vida, no perdonaría a nadie, no por orgullo, sino por humildad, porque siempre he considerado el perdón como un acto de soberbia, ya que no somos nadie para perdonar, ninguno es más que otro, todos somos igual de ignorantes, igual de imperfectos, aunque de diferentes maneras. Los defectos hacen perfecto al ser humano, y no hay persona más perfecta que la que se acepta y se ama como es y no necesita aparentar ser nadie para hacerse notar.

El último día de mi vida, abriré de nuevo este texto, y lloraré de alegría al ver la vida por última vez.
Pero lo más importante, el último día de mi vida, lo viviría.