Hola, probablemente ya ni siquiera me recuerdes; no sé, ha pasado un mes y lo he sentido como si fuera un siglo. En un siglo se vive mucho, se aprende demasiado y por lo tanto, también se envejece. Eso ha pasado con mi alma, se ha vuelto vieja, mayor, experimentada, pero acabada por los golpes al corazón; por tu partida.
Ya sabíamos ambos que te ibas a ir, que mi "Todo" ya no se había convertido en un "Suficiente, no más", que tu libertad es tan vasta que no hubieras podido soportar un día más, sabiendo que los dos caminos a elegir nos iban a doler. Fuiste sabia al elegir el camino que a la larga nos haría mejores personas, en vez de escoger el dolor de la mutua destrucción.
El apocalipsis de nuestros besos, de nuestros encuentros en la cama, de tu piel rozando la mía, de la melodía que hacía con tu cuerpo al hacer el amor estaba tan cerca que me rompí la nariz contra el muro de tu indiferencia.
¿Cómo olvidar aquellas tardes, en las que no importaba el resto del mundo, siempre y cuando tuviera tus labios en mi cuello? Antes eras vida, sonrisas, colores vivos, música complicada, miradas llenas de amor y palabras que provocaban el llanto por la felicidad; ahora eres dolor.
Al mirar tu partida, caí en el mar de la incertidumbre y del dolor. Mar en el que todos sucumben a la muerte al patear desesperadamente, movimiento natural e instintivo del ser humano: Luchar por tu vida, luchar a lo pendejo, luchar sin objetivo claro, sin estrategia. Caí en ese mar y me sumergí hasta tocar el fondo y ser arrastrado por las fuertes corrientes contra los arrecifes de tu fuerte e inquebrantable decisión. Quedé inconsciente.
Después de eso, llegué a la nada, donde tienes tiempo de pensar, recuperarte y dejarte llevar; extrañamente puedo respirar en este mar; ¡Por supuesto que duele! ¡Quema! No me permite bloquearme ni irme a mi lugar seguro. Poco a poco aprendo a dejarlo entrar, recorrer y cubrir mi cuerpo con las quemaduras necesarias. Sólo tiene hambre.
Por fin toqué fondo, he caído lo más bajo que he podido; ahora hay piso sólido, lo sé porque me estrellé contra él. El dolor sólo me acompaña, me permito sentirlo, me permito sufrirlo y expresarlo a gritos ahogados por el mismo. No acepto rescatistas, no los necesito porque ya me sé mover por estas profundidades. Esperaré a recuperar mi fuerza y a tomar de la que me ha dado el dolor.
Con este tiempo aquí, ahora pienso que los que huyen del dolor con bloqueos mentales y distracciones son tan estúpidos. ¡Sólo están postergando la tortura! Ven al dolor como si fuera el diablo, como si realmente quisiera acabar con nosotros ¿Qué no ven que es el mejor maestro?
He aprendido a abrazar al dolor y dejar que me lleve en sus corrientes a donde tenga que llegar, se puede respirar en el mar del dolor hasta que, creyendo que te estás dejando llevar, nades sin rumbo hacia el Triángulo de la muerte, de donde nadie regresa. Eso hacen los que se rinden sin sonreír.
Le he sonreído a la muerte sin que ni siquiera me mire, es tan blanca, tan parecida a ti, le coqueteé un rato sin respuesta alguna, parece ser que no le apetece tomarme ahorita, en cierto modo llegó a doler, pero al saber abrazar al dolor, me he mantenido vivo, aprendiendo, haciéndome fuerte.
Poco a poco voy ascendiendo a la superficie, lucho contra los tiburones de la curiosidad, que intentan sumergirme de nuevo, ya no lo necesito, debo sanar mis heridas ya que han tocado mis huesos. He aprendido a tocar el doloroso flamenco de la vida, desgarrándome los dedos con cada rasgueo en las cuerdas de silicio, reventándome ampollas en los dedos de mi sabiduría. Estoy listo para el concierto.
¿Quién dijo que no iba a doler la vida? Quien lo dijo, no tiene una historia por la que yo cambiaría la mía. Si no duele ¿Cómo escribe? ¿Cómo crea? ¿Cómo destruye? ¿Qué come? ¿De qué sobrevive? ¿Qué aprende? ¿Para qué vive? Mi reino por la respuesta trascendental a cada una de esas preguntas.
Este texto no tiene sentido para quien no se deja abrazar por el dolor, no tiene sentido para quien se cubre de los golpes, para quien se echa para atrás al ver la patada aproximándose ni para quien no sabe romper un bate de autocompasión porque "Duele mucho". Este texto no está hecho para cobardes, que le temen a la vida y a su vez, a la muerte.
Ya sabíamos ambos que te ibas a ir, que mi "Todo" ya no se había convertido en un "Suficiente, no más", que tu libertad es tan vasta que no hubieras podido soportar un día más, sabiendo que los dos caminos a elegir nos iban a doler. Fuiste sabia al elegir el camino que a la larga nos haría mejores personas, en vez de escoger el dolor de la mutua destrucción.
El apocalipsis de nuestros besos, de nuestros encuentros en la cama, de tu piel rozando la mía, de la melodía que hacía con tu cuerpo al hacer el amor estaba tan cerca que me rompí la nariz contra el muro de tu indiferencia.
¿Cómo olvidar aquellas tardes, en las que no importaba el resto del mundo, siempre y cuando tuviera tus labios en mi cuello? Antes eras vida, sonrisas, colores vivos, música complicada, miradas llenas de amor y palabras que provocaban el llanto por la felicidad; ahora eres dolor.
Al mirar tu partida, caí en el mar de la incertidumbre y del dolor. Mar en el que todos sucumben a la muerte al patear desesperadamente, movimiento natural e instintivo del ser humano: Luchar por tu vida, luchar a lo pendejo, luchar sin objetivo claro, sin estrategia. Caí en ese mar y me sumergí hasta tocar el fondo y ser arrastrado por las fuertes corrientes contra los arrecifes de tu fuerte e inquebrantable decisión. Quedé inconsciente.
Después de eso, llegué a la nada, donde tienes tiempo de pensar, recuperarte y dejarte llevar; extrañamente puedo respirar en este mar; ¡Por supuesto que duele! ¡Quema! No me permite bloquearme ni irme a mi lugar seguro. Poco a poco aprendo a dejarlo entrar, recorrer y cubrir mi cuerpo con las quemaduras necesarias. Sólo tiene hambre.
Por fin toqué fondo, he caído lo más bajo que he podido; ahora hay piso sólido, lo sé porque me estrellé contra él. El dolor sólo me acompaña, me permito sentirlo, me permito sufrirlo y expresarlo a gritos ahogados por el mismo. No acepto rescatistas, no los necesito porque ya me sé mover por estas profundidades. Esperaré a recuperar mi fuerza y a tomar de la que me ha dado el dolor.
Con este tiempo aquí, ahora pienso que los que huyen del dolor con bloqueos mentales y distracciones son tan estúpidos. ¡Sólo están postergando la tortura! Ven al dolor como si fuera el diablo, como si realmente quisiera acabar con nosotros ¿Qué no ven que es el mejor maestro?
He aprendido a abrazar al dolor y dejar que me lleve en sus corrientes a donde tenga que llegar, se puede respirar en el mar del dolor hasta que, creyendo que te estás dejando llevar, nades sin rumbo hacia el Triángulo de la muerte, de donde nadie regresa. Eso hacen los que se rinden sin sonreír.
Le he sonreído a la muerte sin que ni siquiera me mire, es tan blanca, tan parecida a ti, le coqueteé un rato sin respuesta alguna, parece ser que no le apetece tomarme ahorita, en cierto modo llegó a doler, pero al saber abrazar al dolor, me he mantenido vivo, aprendiendo, haciéndome fuerte.
Poco a poco voy ascendiendo a la superficie, lucho contra los tiburones de la curiosidad, que intentan sumergirme de nuevo, ya no lo necesito, debo sanar mis heridas ya que han tocado mis huesos. He aprendido a tocar el doloroso flamenco de la vida, desgarrándome los dedos con cada rasgueo en las cuerdas de silicio, reventándome ampollas en los dedos de mi sabiduría. Estoy listo para el concierto.
¿Quién dijo que no iba a doler la vida? Quien lo dijo, no tiene una historia por la que yo cambiaría la mía. Si no duele ¿Cómo escribe? ¿Cómo crea? ¿Cómo destruye? ¿Qué come? ¿De qué sobrevive? ¿Qué aprende? ¿Para qué vive? Mi reino por la respuesta trascendental a cada una de esas preguntas.
Este texto no tiene sentido para quien no se deja abrazar por el dolor, no tiene sentido para quien se cubre de los golpes, para quien se echa para atrás al ver la patada aproximándose ni para quien no sabe romper un bate de autocompasión porque "Duele mucho". Este texto no está hecho para cobardes, que le temen a la vida y a su vez, a la muerte.
Creo que en este caso, elogiar la manera en la que interpretas tus sentimientos, está de más.
ResponderEliminarLa verdad creí que al ver el link de éste texto en mi monitor iba a leer un poema o algo parecido, y me sorprendió el ver que no era nada de eso.
Son los sentimientos, la experiencia y casi el alma misma de un joven que ha sido golpeado por la vida y que al parecer, ha sabido sobresalir a pesar de los golpes.
"Ven al dolor como si fuera el diablo, como si realmente quisiera acabar con nosotros ¿Qué no ven que es el mejor maestro?" Esa frase ayuda a quién ha entendido esta pequeña lectura.
Todo es muy específico y para quienes hemos vivido situaciones muy similares, puedo decir sin miedo a errar, que nos identificamos con este texto y que nos da un pequeño empujón para salir del aprieto (si nos encontramos en una situación similar).
Felicidades, Alejandro. Lo hiciste.
Eso es lo que quería, Max. Gracias.
ResponderEliminar